Entradas

Bumble: ON and OFF.

 El martes pasado activé Bumble de nuevo. En aquel momento me pareció una buena idea, no sé. Una mancha de mora con otra se quita, un clavo saca a otro clavo... En realidad yo lo que esperaba es que, de alguna manera, alguien consiguiera suplir el subidón de hormonas y neurotransmisores guays que me daba él. Buena suerte con eso, chata.   He tardado DOS días en darme cuenta de que no era buena idea. Dos días no es mucho, ¿verdad? Me he dado cuenta de que la mera idea de tener una cita con alguien me provocaba rechazo. Así, simple y llanamente. No pereza, no. Rechazo. Así que si ese era el mood , evidentemente, no estoy como tengo que estar para usar esas aplicaciones que ya de por sí me resultan desagradables, hostiles y, en general, pochas.  No obstante, en este escaso tiempo que he estado ahí he aprendido o recordado dos cosas. Lo cual no está mal, sale a una por día. Y allá voy, a compartirlas con vosotras.  Primera cosa: me repelen los guapos (y por una buena razón, generalmente). 

Yo quería.

 Claro que quería el final feliz, aunque sé que no existen los finales felices, solo los finales a tiempo. Nos dicen «y vivieron felices para siempre» y una se lo cree. Se lo cree porque quiere creer, porque la otra opción es el realismo frío, la desesperanza. Pero no sabemos qué pasó después de la boda, de ese noviazgo tan corto. ¿Sería el príncipe corresponsable? ¿Respetaría los límites de Blancanieves? ¿Llevaría a las extraescolares a los niños?  Creemos muchas cosas estúpidas. Como, por ejemplo, que quererse es suficiente. Luego una se da cuenta de que querer, querer mucho, si no se dan las condiciones, sirve, en el mejor de los casos, para quedar como una idiota y, en el peor, para que te hagan mucho, mucho daño.  Y, ¿sabes qué es lo peor? Que un día aprendemos, que nos damos cuenta de que esas cosas son mentira y que, a pesar de todo, algunas elegimos seguir creyendo. Sí, nos envolvemos en cinismo, renunciamos al cuento de hadas con la boca pequeña pero esperamos (porque vamos po

De 22:30 a 23:30: Hacer el amor.

 Hay una canción muy hippie, «Time of the Season» , que dice algo así que hay un tiempo en el que el amor es intenso, un momento en el que toca amar. Me pregunto qué momento es ese. Pareciera que el amor es una cosa que ocurre en segundo plano, todo el rato, sin tener que reservarle tiempo y espacio. Pero no, no es así: el amor se hace. Cuando hablo de hacer el amor no me refiero solo al sexo, sino a todos los gestos, tareas y rituales que requiere querer bien a otra persona. Que no son pocos.  En los últimos tiempos he conocido a alguien. Es alguien estupendo, del que me conquistó, en primer lugar, su buenísima conversación. Cuando quedamos la primera vez, dos horas y media pasaron en un suspiro. Sigue (seguimos) teniendo esa capacidad: cuando estamos juntos, simplemente charlando, el tiempo vuela. Y el tiempo es un recurso escaso y precioso hoy en día.  Desde un punto de vista absolutamente romántico lo que sale es decir «pues que el tiempo vuele, total, cuando te mueras no vas a ac

El tarro de buenos momentos de 2023

Imagen
¡Feliz año! De nuevo vengo con la revisión del año a partir de mi tarro de buenos momentos, un ejercicio que te recomiendo muy fuertemente.  Este año ha sido un pedazo de viaje en montaña rusa, con partes muy bajas y altos tremendos. Contra todo pronóstico (o eso esperaba yo), el tarro de buenos momentos parece venir llenito, que he tenido que sacar los papelicos haciendo fuerza de lo comprimidos que estaban.  Vamos a ver qué tal, que ya mismo hay que empezar con el tarro de 2024 (tengo ya papeles en espera jaja). Como siempre, en cursiva mis comentarios desde la actualidad. Y, por supuesto, los voy poniendo tal cual los voy abriendo, no en orden cronológico. Baños árabes, cortesía de Alberto por mi cumple. Cómo quiero a mi amigo Alberto, virgen santísima.  Los abrazos de algunos alumnos de mi antiguo instituto el día de su graduación. Graduación de mis alumnos de 2º de Bachillerato. Ducharse con cosas que huelen bien. Galletas de San Valentín, regalo de una alumna de 2º de Bachillerat
 No he tenido un buen día. Hoy ha sido uno de esos días en los que una desearía que un adulto responsable tomase el mando para poder rendirse. Y ya se sabe que, a perro flaco, todo son pulgas. Por eso mi cerebro ha decidido repetirme con insistencia que nunca nadie más me va a cuidar.  You are on your own, kid. Lo peor es que lo creo. Nadie me va a cuidar como él me cuidaba. Nadie me va a conocer como él me conocía. Él me avisaba cuando iba a arrugar una botella porque sabe que me sobresaltan los ruidos. Él sabía cómo estaba con solo mirarme a la cara, sin importar lo bien puesta que llevara la máscara. Él sabía que elijo las tazas según mi estado de ánimo y habría entendido por qué esta noche he escogido la taza de La Bella y la Bestia.  Él habría hecho como que me arrancaba la ansiedad del pecho y los malos pensamientos de la frente. Y, probablemente, habría funcionado, aunque fuese un poco.  Solo escuece más porque es reciente. No se va a curar y qué más da. Nadie va a volver a sabe

Creo que le gusto de verdad...

 Nunca se me han dado muy bien estas cosas. Saber lo que la gente piensa de mí, por ejemplo. Nunca sé distinguir si alguien está realmente a gusto conmigo, si le parezco verdaderamente interesante, divertida o agradable o si, por el contrario, le parezco un coñazo pero está intentando ser amable. Pero esta vez creo que sí, que le gusto de verdad. Hemos quedado un par de veces y, cuando le propongo un plan, dice que sí. Cuando nos juntamos lo pasamos tan, tan bien, que nos da pena separarnos. El tiempo pasa rapidísimo y no miramos el reloj. (Miento, en nuestra primera cita sí lo miramos: teníamos compromisos después y el miedo de, como el tiempo se nos estaba pasando volando, llegar tarde. O, al menos, eso es lo que me pasaba a mí). Al separarnos nos escribimos para decirnos que lo hemos pasado muy bien, que tenemos que volver a quedar. Ayer incluso me dijo que un plan sencillo, como una cerveza, era más que suficiente mientras yo le mandaba el mismo mensaje. ¿No es bonito? Sí, yo creo

Carta a una adolescente enamorada por primera vez.

 Te entiendo. Él es ahora mismo lo más importante de tu vida. De hecho, probablemente creas que él es tu vida, que esta no tenía sentido antes de que llegara y que no eres capaz de imaginar el futuro sin él. Ahora mismo te sientes como la protagonista de un romance trágico en el que sois vosotros dos contra un mundo que no comprende vuestro amor y que está empeñado en poneros las cosas difíciles así que, ¿qué queda? Luchar contra todo y contra todos. Porque ese amor es lo más importante. Te entiendo porque he sido tú. He pasado tarde tras tarde en casa preguntándome si algún día algún chico iba a fijarse en mí, iba a ver las poquitas cosas buenas que yo tenía (yo creía que eran poquitas, como tú, seguramente). Si alguien iba a verme, en definitiva, porque parecía que la vida pasaba a mi alrededor sin detenerse en mí, como si yo no existiera.  La gente nos ve, querida mía, claro que nos ve. Y ven si pueden encontrar en nosotros lo que buscan. Pero lo que buscan no siempre es bueno. Yo m