Fábula: Bruselas pide nuevos sacrificios.

A estas alturas la realidad es demasiado para mi. Supongo que mi mente se defiende, y cuando oigo la frase que da título a este post en las noticias se me dispara la imaginación.

Me imagino a un enorme y horrendo bicho, gigante y espantoso, al que, a veces, incluso pongo cara. Y me imagino también a un montón de pobres campesinos llevándole carros de grano, un montón de barriles de cerveza, pieles curtidas, e incluso oro y piedras preciosas (poco, porque de donde no hay no se puede sacar). 

monstruo


Mientras tanto, los oligarcas de la ciudad se reúnen en el castillo, bebiendo vino, presenciando desde las almenas como las gentes entregan mucho de lo poco que tienen para satisfacer al temible monstruo. Brindan, por seguirse librando de tener que hacer algún sacrificio notable. ¿Qué es ser odiados por el pueblo mientras tienes el trasero bien recostado en almohadones y la panza llena? Además, de todos modos, muchos de esos aldeanos siguen creyendo que los oligarcas son sus únicos salvadores. Entonces apuran sus copas y se carcajean, sin creerse del todo la suerte que están teniendo. Y gritan: "¡Vino! ¡Vino y mujeres!"

Al cabo de unos pocos días, cuando los aldeanos están haciendo verdaderos esfuerzos por no caer desplomados a causa de la debilidad que aqueja sus cuerpos, se oye un rugido  aterrador. Se trata ya de un sonido familiar. El monstruo Bruselas pide nuevos sacrificios. Ya no queda mucho que ofrecer, se están muriendo de hambre. Pero los oligarcas apelan a la solidaridad, al esfuerzo de todos, a que hay que nadar en la misma dirección para salir de una época difícil. 

- Pero...¿qué quiere ahora? - pregunta una campesina atemorizada.

- Cada viernes, un joven o una doncella serán enviados para ser devorados por el monstruo. Es la única manera de que nuestra aldea no perezca. 

Se oye entre los aldeanos un pequeño murmullo que calla enseguida. Entonces, dos guardias enormes toman de entre la multitud a una de las doncellas campesinas, la cogen en volandas y se la llevan para entregársela al monstruo. Unos cuantos habitantes intentan detenerlos, pero la mayoría de los aldeanos están quietos. Unos tienen miedo de que sus hijos sean enviados antes si dicen algo, o de que, cuando todos los jóvenes hayan sido devorados, los envíen a ellos. Otros insultan a los rebeldes, les vapulean, y dicen que quieren hundir a la aldea. Que son irresponsables, y que van a provocar la ira del monstruo y sus secuaces. Entonces uno de los rebeldes grita:

-¡Van a comerse a nuestros hijos! ¿Qué más pueden hacernos?

Pero los aldeanos se retiran, en silencio. En la plaza de la aldea sólo han quedado unos pocos, que se  sientan allí, mirando de manera desafiante a los oligarcas del castillo. Y permanecen allí, sin apartar la vista de ellos, acusándoles en silencio. Esperando al próximo rugido. 


Cualquier parecido con la realidad debería daros que pensar....


Comentarios

  1. Hace falta un paladín en esta historia, y no precisamente a la taza...

    ;)

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    Respuestas
    1. JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJ Qué bueno eres XD

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    2. XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD

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  2. Me ha gustado la historia xD Me lo estaba imaginando y todo.
    Lo malo es que literalmente es lo que está pasando.

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