El bobo.

Piensa el necio que todos dirigen su vida neciamente.
Para ti, que eres mucho más de lo que la gente ve,
y muchísimo más de lo que entiende.


Hubo una vez un joven sencillo al que le llegó el turno de hacer el servicio militar: cuando la patria llama nadie puede hacerse el sordo. Así que el muchacho, nervioso, temeroso y emocionado, después de hacer todos los trámites necesarios, se marchó para el acuartelamiento en el que iba a pasar el siguiente año de su vida.

Para su propia sorpresa, y aunque era muy duro estar lejos de sus padres y hermanos, el joven se adaptó perfectamente a la vida castrense. Era diligente y trabajador, por lo que todos los mandos le tenían en muy alta consideración. También era amable y generoso, por lo que, aunque no era demasiado popular, sus compañeros le estimaban. 

Pasó el año y poco a poco se acercaba el momento de que les licenciasen y pudiesen volver a casa o les ofreciesen quedarse y trabajar para el ejército. Todos, militares y compañeros, sabían que aquel joven sencillo tenía un porvenir brillante en el cuartel. Pocos días antes de que acabasen el servicio empezó a circular un rumor entre las filas, en la cola de las letrinas y frente al rancho: que a aquel muchacho sencillo iban a ofrecerle un buen puesto al amparo de un teniente o un coronel, y que desde allí la carrera militar se le iba a hacer muy corta, aunque fuera a llegar lejos.

Como suele pasar siempre en estos casos, los compañeros que le tenían tanta estima empezaron a recelar y a hablar mal de él a sus espaldas: que si era un arribista, que si su familia tenía contactos con el Gobierno, que si era muy rico y el coronel quería casarlo con su hija,... Todo especulaciones sin fundamento, pero no por ello menos efectivas. En muy poco tiempo ningún compañero quería comer con él, ni acompañarle en las guardias. ¡Hasta dejaron de pedirle dinero prestado!

Llegó el día. Llamaron al muchacho por megafonía al despacho del coronel. Él acudió, tan rápido como siempre, y estuvo allí encerrado un largo rato. Cuando el coronel le abrió la puerta y lo despidió tenía cara de contrariedad, no así el joven, que sonreía como si le acabase de tocar en suerte un gran premio.

"Le han ofrecido un gran puesto", empezaron a murmurar, "seguro". Y cuando alguien se atrevió a preguntarle, él les contesto que sí, que así era: le habían ofrecido un gran puesto, uno que le encantaría desempeñar el resto de su vida. 

Imagínense las risas cuando, después de acabar todos licenciados, sus antiguos compañeros le vieron vigilando el cruce frente a un colegio, ayudando a pasar a los colegiales. Sí, vestía un uniforme verde, de tejido militar, pero no cargaba galones, ni tenía rango. 

- ¡Miren en qué quedó el niño bonito de los mandos, chicos! ¡En una niñera! 

Todos reían. Se felicitaban diciendo que no sería tan listo, ni tan trabajador, ni tan buen militar, cuando le habían degradado a aquel puesto. Y se sentían bien, porque al fin y al cabo, el que creían que era el mejor entre ellos no era tan bueno. Ni siquiera se pararon a pensar en qué significaba aquello para el resto. Prefirieron, entretanto, ponerle un apodo: "El bobo". 

El bobo siguió trabajando por muchos años en el cruce del colegio y aguantando las risas de los militares. Su historia se hizo chiste y todos los nuevos reclutas la conocían apenas cruzaban la puerta del acuartelamiento: ese es el torpe que no llegó ni para militar, vean. Nadie nunca le hablaba, ni él reprendió nunca a nadie por reírse. Simplemente sonreía a los escolares. Parecía feliz.

Pero un día otro joven sencillo, tras meditar mucho su historia, decidió ir a preguntarle. Tenía miedo de acabar convertido en otro bobo, así que quiso saber qué truncó una carrera militar tan prometedora. 

Antes de responder, el bobo suspiró.

- Mire joven. ¿Sabe por qué no quise ser militar? ¿Por qué no quise tener una carrera brillante, y ascender, y mandarles a ustedes? Porque nunca me sentí lo suficientemente justo para mandar sobre otros, ni lo suficientemente sabio para llevar un arma. Ni tampoco lo suficientemente irresponsable para que otros, que probablemente no sean más sabios o justos que yo, me dijesen qué hacer con un arma que no soy lo suficientemente sabio para llevar.

Días después, un bobo más ayudaba a los niños a cruzar la calle del colegio.

Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Gracias, Vida mía. Gracias por entenderme y apoyarme. Gracias por estar siempre cerca... aquí, dentro de mi corazón, en mis sueños y esperanzas... en cada latido, en todas partes.

      Eres mi mejor amiga, mi compañera, mi amante, mi AMOR... mi TODO.


      Te amo.




      Mil millones de besos (y me quedo cortísimo).


      <3

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    2. ¡Uh! ¡Cuántos besos! Voy a tener que insultarte más a menudo :P jaja

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  2. EJem, ejem.....Siento interrumpir esta charla tan romántica, pero solo te escribo para decirte que me ha encantado la historia del bobo y ojalá haya muchos más bobos por el mundo.
    Un beso !

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    1. Jajaja, tampoco era una charla, mujer :) Me alegro de que te haya gustado.

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  3. Es superbonita, genialmente descrito el carácter INhumano y gilipollesco de muchas personas. Me da rabia que pueda ser verdad que haya alguien que se haya visto así..... pero me alegra saber que hay gente con dignidad, de la buena. Y mas saber que esa persona está cerca de ti.

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  4. Ai joder, por poco me pongo a llorar al leer el comentario de Jack. Buen no, realmente tengo los ojos ahogados jajajaja
    Jo, ya lo he dicho en la otra entrada, pero es que hay que hacer lo que uno quiere y con lo que sienta a gusto, no lo que quieren los demás que hagas.
    Demasiadas personas se meten en la vida de los demás de esa manera y no mola nada. Además que es que todos los trabajos o ocupaciones son bien dignos, y más si es haciendo felices a otras personas.

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    1. Ay, si fuésemos todos astronautas no sé cómo íbamos a comer, ¿no? Jajaja.

      Un abrazote, Lansy.

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  5. Pues si ese chico es bobo ojalá el mundo estuviera lleno

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