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Mostrando entradas de marzo, 2017

Me han dicho que soy poesía.

Va por ti, A. Spinelli :) Sí, el otro día me dijeron que era poesía pura. Y también me han dicho que cuando escribo soy más yo que nunca. Debo estar de enhorabuena, porque de un tiempo a esta parte la poesía me da como el hipo (le robo esto a Gloria Fuertes, porque me encantó la manera de expresarlo), no puedo pararla. Tanto es así que esta mañana me he ido a trabajar de mala leche porque tenía unos versos revoloteando en la cabeza y, con la prisa, no me he podido parar a escribirlos.  Estoy escribiendo mucho. En parte por mi precioso cuaderno de Muerte. En parte, también, por mi querida Lamy AL-Star, de la que no me separo. Y en parte porque tengo el alma inquieta, como el mar, que hasta cuando parece tranquilo está agitado. Y hay que sacar todo ese movimiento de alguna manera.  Y del mar va la cosa, porque vengo a traeros un poema (porque soy insoportable y pedante, qué le vamos a hacer) que escribí mirando al mar. No sé si os lo conté, creo que por aquí no, pero me f

Pros y contras.

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Seguro que lo habéis visto alguna vez en alguna película o serie: a la hora de tomar una decisión se hace una lista con los pros y los contras y se toma la decisión en virtud de si los pros superan a los contras o a la inversa. Pues os voy a dar una exclusiva de mierda: ESE MÉTODO NO FUNCIONA.  No, no funciona, porque si se trata de una cantidad numérica de pros y contras, es ilógico: una operación que te salve la vida, si nos ponemos estrictos, tiene un pro: te salva la vida. Pero a lo mejor tiene muchos contras pequeñitos. No es la cantidad, si no la cualidad del pro o del contra lo determinante, supongo. O una mezcla de los dos.  Pero si entramos en consideraciones cualitativas, la hemos cagado. Porque a veces un contra puede tener una importancia pequeñita, irrelevante casi, entre muchos pros. "No, solo tiene este pequeño defecto, pero es que es tan maravilloso en todo lo demás...". Puede ser un contra molesto, pero hay otros muchos buenos y super

Mi sindromecito de Stendhal.

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Yo lo sabía. Yo sabía que Córdoba me iba a curar todos los males. Y así es. Ya puedo sentirme fatal, que si tengo la oportunidad de salir y callejear por Córdoba, el alma me pesa menos. Lo malo es que no siempre tengo tiempo... Pero hoy lo he sacado. Lo necesitaba. Y no me he podido aguantar. Me pasa mucho. A veces tengo que hacer una parada y escribir.  Os dejo un trocito de esta ciudad que me ha robado el corazón vista a través de mi pluma, aunque el homenaje no le haga justicia.  Ya veo el puente romano. ¿Me esperas, Córdoba sultana? Despunta el amanecer y el sol te lava la cara. El Guadalquivir susurra su amor con palabras de agua y furtivo te acaricia: "¿Me quieres, Córdoba gitana?" Arrebolados los versos se agolpan en mi garganta. Ya pisan mis pies tu suelo. Te extrañé, Córdoba amada. 

El arroz, parte 2.

Hace casi tres años escribí un post en este blog para recordar una fecha especial: el primer día que me dijeron que se me iba a pasar el arroz. Pues bien, hoy, casi tres años después, vengo aquí a hablar, no de lo mismo, pero sí de algo parecido: de mis ganas, posibilidades y expectativas de ser madre.  No soy una persona excesivamente lanzada hacia los niños, creo. No me encantan. No corro hacia ellos como una loca. Eso no quita, sin embargo, que tenga muchas ganas de ser madre. Bueno, a lo mejor muchas no es la palabra adecuada, pero sí entra en mis planes, sí me gustaría. Hubo una época de mi vida en la que no quería tener hijos, pero pasó rápidamente. Ahora sí quiero.  Cuando rompí mi última relación, algunas personas se permitieron meter el dedo en la llaga, señalándome que ahora sí que tenía difícil lo de tener hijos. A estas personas les contesté, además sin despeinarme ni pensarlo siquiera, que, por suerte, una mujer con dinero no necesita a un hombre para ser madre. L

La Bella y la Bestia (2017) y un anuncio.

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El domingo estuve en el cine y fui a ver La Bella y la Bestia . Me lo merecía, después de las dos semanas que llevaba y la que me esperaba (la que estoy teniendo). Además, quería verla en VOSE, y me temía que no aguantaría mucho en cartelera. Total, que el domingo, en la sesión matinal, allí estaba yo, bien provista de pañuelos, que sabía lo que iba a pasar.  Os pongo en antecedentes: La Bella y la Bestia es mi película favorita de la infancia. Es, de hecho, la primera película de la que tengo recuerdo. Me la alquiló mi madre en una librería-papelería-videoclub que había en mi pueblo, la vi y me encantó. Y al fin de semana siguiente pedí que me la alquilase. Y al siguiente. Y al siguiente. Y al siguiente. Hasta que mi madre se plantó y dijo que ya estaba bien de alquilar la misma película todos los santos fines de semana. Tanto me gustaba. Siempre me he identificado con Bella: una letraherida, rara, solitaria, incomprendida... Pero yo, encima, fea. Y esta tarde, en un m

Libro: Historia del Rey Transparente, de Rosa Montero.

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¡Wooooooo! ¡Una reseña! ¡Ueeeee!  Bueno, no os emocionéis mucho, que estoy medio dormida y esto va a ser, con toda seguridad, una basura. Pero hoy necesito hacer algo por gusto, y ya ayer me quedé con ganas de escribir en el blog (y eso que el post de ayer iba a ser bien ñoño y bonito, de esos que os gustan...), así que, allá voy.  ¿De qué va el libro?  Historia del Rey Transparente es, en realidad, la historia de Leola, una mujer campesina −más bien una niña al inicio de la novela− que, por avatares de la vida, acaba convirtiéndose en caballero y en muchas más cosas en un medievo en el que, ni qué decir tiene, su sitio era otro bien distinto.  Hablando del libro... Adoro a Rosa Montero. Ya puedo decirlo. No he leído todo lo que ha escrito, pero la adoro. Si no hay que idolatrar a una mujer que inicia un libro así, A VER QUÉ.  «Soy mujer y escribo. Soy plebeya y sé leer. Nací sierva y soy libre.» Historia del rey transparente, de Rosa Montero. — Bettie (@

Perdona.

Soy fuerte, casi invencible. No hay nada que me asuste más de un instante. Nada me lastra. No me cuesta pasar página. No me arrepiento de nada: estoy segura de que lo he hecho todo bien. No me importa lo que esperen de mí, no me importa lo que piensen de mí, no me importa decepcionar. Lo estoy llevando bien. Todo. Estoy contenta con lo que soy. Estoy feliz de ser como soy. Sé que soy suficiente. Más que suficiente. No estoy triste. No lloro. No me duele.  Perdona, esto no iba aquí: cambio tanto de máscara a lo largo del día que me he confundido. 

El cepillo de dientes.

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Puede parecer un artefacto inocente: solo un cepillo de dientes. Un utensilio cotidiano, al que no se presta importancia. Permanece ahí, a la espera, en su vaso, hasta que se le requiere. Y, sin embargo, ¡qué hueco tan grande deja un cepillo de dientes que falta! ¡Cuánto duele apartar uno cuando sobra! ¡Cuántas promesas encierra un cepillo de dientes olvidado tras un fin de semana!  Siempre he pensado que el cepillo de dientes es el mejor ejemplo de lo inmensas que pueden ser las cosas pequeñas.

Yo ya.

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En un Parlamento, en concreto en el europeo, se pueden decir muchas cosas. Pero yo no pensaba que escucharía algo como esto: Pero no me sorprende tanto el discurso (hay más indeseables en el mundo de los que tocan, lo creo firmemente) sino la reacción. Este vídeo está cortado, pero tras la intervención del eurodiputado de marras, apenas un murmullo. La moderadora le da las gracias y cede la palabra a la siguiente persona en intervenir. Y ya está. No se le corta el micrófono, no se le censura desde la cámara, no nada. No, al menos, que yo sepa.  Pregunto...Si en lugar de utilizar ese discurso para defender la brecha salarial entre hombres y mujeres lo hubiese hecho entre negros y blancos, ¿la reacción habría sido la misma?  Bah, qué más da. Solo habla de mujeres. Qué quejicas somos, de verdad.  No todo puede decirse en según qué contextos. No todas las opiniones son válidas, no todas son respetables. Y si nos saltamos los Derechos Humanos así, a la torera, pues yo, y