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Mostrando entradas de septiembre, 2017

Mis niños.

Este año vuelvo a ser tutora, pero en lugar de tener una tutoría de adolescentes mayorzotes de 2º de Bachillerato (cosa que disfruté a muerte), me ha tocado una tutoría de adolescentes que, si no tienen el pavo, están a punto de cazarlo. En fin, ahí estoy, con 31 almas de entre 13 (casi 14) y 15 años, a los cuales tengo que aconsejar, guiar, conseguir que se lleven bien, que no tengan problemas académicos, de comportamiento, que se sientan bien consigo mismos, reforzar su autoestima y un millón de cosas más. Comprenderéis el vértigo. Con los mayores me resultaba más fácil o, al menos, me sentía más confiada. Esta semana he tenido mi primera sesión de tutoría con alumnos. Por suerte, en mi centro, el equipo de orientación se implica bastante y nos están dando muchos recursos para que, en estos días, los alumnos se conozcan y vayan estrechando lazos. Quizá es eso lo que más me preocupa: que no se lleven bien. Un grupo de alumnos mal avenido es una fuente inagotable de problemas y, adem

Libre

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Tengo días y días, como todo el mundo, pero cuando llegan los días buenos me siento pletórica (quizás porque ha habido muchos días malos) y me cambia la cara. Y entonces me lo creo todo. Me miro al espejo y me sonrío, porque a pesar de las ojeras por los madrugones, estoy guapísima. Sí, esa soy yo, esa es mi cara, ese es mi cuerpo, y son maravillosos. Soy maravillosa. Me sonrío, sí, y empiezo a escuchar música en mi cabeza. Bailo frente al espejo y no me siento ridícula, sino sensual, grácil. Corro hacia el teléfono móvil y pongo una lista de Spotify. Me dirijo corriendo hacia la cocina, en pijama, los rizos desordenados al viento y en chanclas. Abro el grifo y me pongo a fregar al ritmo de la música. Canto y hasta me parece que afino. Sigo bailando. La espátula se convierte en un micro y, con la emoción, me lleno la cara de espuma. Me río, yo sola. Da igual. Soy feliz. Cuando acabo, vuelvo bailando. Cuando bailo porque estoy alegre, cuando bailo sin poder evitarlo, soy la alegría

Dejarse caer.

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Uno acarrea durante el día a día mucho peso. El peso de las expectativas no cumplidas, el de las aspiraciones no colmadas, el de las metas no alcanzadas, el de los besos que no llegaron, el de los vicios, los defectos y los imposibles. El peso de la frustración acumulada, el de los miedos y las inseguridades. Y, también, el peso de las certezas, reales o supuestas. Porque una certeza que se vive como tal, aunque no lo sea, no duele menos por no serlo. Y se aguanta, claro, porque hay que seguir, porque hay que volar. Porque uno quiere volar. Pero a veces no queda otra: hay que dejarse caer. Y en esas estamos. Cayendo.

Descarrilar

Texto que surge de esta canción de David Bowie , propuesta por un anónimo. He perdido los papeles, o eso dicen. He dejado el trabajo en la oficina, me fui dando un portazo. He vendido el coche y también he puesto a la venta la casa. A mi novia no le ha gustado demasiado la idea, y eso que le he hecho una oferta más que razonable para que pudiese quedarse a vivir en el que, hasta hoy, había sido nuestro hogar. Recuerdo cómo comenzó a lanzarme los portavelas que habíamos comprado en Ikea, rememoro la rabia en su rostro y en sus palabras y no puedo evitar sonreír. Estoy tranquilo. Lo estaba en ese momento, lo estuve cuando cruzó la puerta cargada con su maleta de los grandes viajes y sigo estándolo ahora. He cancelado mis cuentas, mi contrato de teléfono, todo. Me voy, no sé a dónde. Me han dicho que hay muchos pueblos abandonados en los que uno puede estar sin que nadie le moleste. Y justo eso es lo que quiero: alejarme de todo y de todos e intentar, si es que todavía es posible,

Una vida sin baile...

"Una revolución sin baile no es una revolución que merezca la pena". La vida son dos días y, si os soy sincera, me da la sensación de que, en estos casi 30 años de vida, he bailado muy poco. No quiero decir que no haya disfrutado de la vida: lo he hecho, en la medida de lo posible, siempre dentro de las circunstancias que me han envuelto que no han sido las más favorecedoras para el baile. Pero tengo la sensación o, más bien, sé, que me he pasado la vida caminando sin cesar, avanzando, buscando cumplir mis objetivos. Supongo que tener una meta clara tiene esa parte negativa: no te permites entretenerte por el camino.  Llevo estudiando toda mi vida. Colegio, instituto, universidad, oposiciones. Toda una vida estudiando para conseguir lo que tengo ahora: un trabajo que me gusta, independencia y cierta estabilidad vital. No está nada mal, ¿verdad? No, ciertamente. Pero estoy cansada. Mi mente lo está. Y lo noto porque yo, que siempre he estado loca por aprender cosas

Libro: Ready Player One, de Ernest Cline

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Hace tiempo que tenía pendiente este libro. Me lancé a leerlo porque la peli va a salir en los próximos meses y lo hice con bastantes ganas, porque es un libro que me han recomendado mucho. Lo acabé hace dos noches y aquí vengo, como siempre, a contaros qué tal. ¿De qué va el libro?  La muerte de James Halliday, creador de OASIS (una especie de mundo virtual paralelo, bastante más que un videojuego al uso), desata la locura: el magnate ha dejado planificado un juego de cacería dentro de OASIS, según el cual, el primer jugador que cruce tres puertas resolviendo acertijos y superando pruebas, recibirá una cantidad espantosamente grande de dinero. Halliday, un fanático de la cultura americana de los años 80, ha centrado las pistas en ese mundo, así que, desde ese momento, los "Gunters" (Egg Hunters, por la búsqueda de "huevos de pascua") comienzan a investigar sobre todo aquello que interesaba al excéntrico millonario y a intentar encontrar ese huevo escondido.

¿Me retáis de nuevo?

Hace un tiempo participé en un reto con vosotros : os pedía sugerencias de recursos (canciones, fotos, dibujos, obras de arte...) y yo asumía el compromiso de escribir algo (un relato, un poema, otro texto) inspirado en las propuestas de los 5 primeros comentaristas. Vuelvo a proponeros otro reto similar. Me gustó mucho la experiencia, y de ella salieron algunos relatos chulos, como estos: Mañana A plena vista Aprisa Los tiempos cambian y mis rutinas, últimamente, me permiten poco tiempo para sentarme a escribir, pero me apetece hacerlo, así que, ¡venga! Espero vuestras propuestas. Eso sí, me comprometo SOLO a escribir relatos inspirados en las 5 primeras (a lo mejor luego escribo más, como la otra vez, pero en principio, voy a ponerme esa meta). :) ¿Os animáis?

En forma. ¿En qué forma?

Cuando era adolescente tenía un amigo que repetía un mismo chiste: "Yo estoy en forma. Redonda, pero en forma". Lo decía mientras sacaba la tripa y se daba palmas. Todos nos reíamos. Pero yo me pregunto, ¿la forma "redonda" está reñida con estar en buena forma física? Creo que no. Es algo que se da por hecho: una persona con sobrepeso (gorda, vaya) no puede estar en buena forma. Y no hablo de un par de kilos: hablo de una persona con bastante sobrepeso. Y lo mismo con la salud: una persona con sobrepeso no puede estar sana.  Son dos argumentos estrella de los que quieren convencerte de que tienes que adelgazar sí o sí porque no puede ser que estés sano y, si lo estás, no puede ser que estés en forma. O viceversa. Yo llevo unas semanas metida en esto de adelgazar. La decisión ha salido de mí, nadie me lo ha metido por los ojos. Y, aunque mis últimos análisis, en junio, salieron muy bien, yo sí sentía que no estaba en buena forma. Aunque, en mi opinión, eso no es

Un poco de aquí.

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Siempre he sido muy mala vendiendo cosas. Salvo, quizá, los libros, no consigo convencer a nadie de nada. Ni siquiera sé venderme a mí misma, así que doy gracias todos los días por haberme podido ganar este trabajo demostrando que era capaz de hacerlo y no explicando por qué creo que soy capaz de hacerlo. Soy una comercial horrible. Sin embargo, hoy me he descubierto vendiendo algo y vendiéndolo muy bien. En el trabajo, durante los primeros días, los nuevos tenemos un sexto sentido para localizarnos los unos a los otros. Así que he acabado juntándome con cuatro compañeros más y charlando. Una de ellas no era de Córdoba y, además, venía con cierta desgana. Este destino no había sido buscado, sino que, por un error burocrático, ha acabado a bastantes kilómetros de su casa y del instituto que quería, así que lo veía todo un poco negro. Sin pensármelo dos veces he comenzado a relatarle las maravillas de Córdoba, lo bonita que es, todo lo que se puede hacer. Cuando he acabado ella me ha s

"Going digital"

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Me estoy digitalizando. Este curso me he propuesto llevar un cuaderno del profesor digital. El curso pasado llevaba tres cuadernos enormes, pues era imposible materialmente agrupar a todos mis grupos y alumnos en uno solo. Este año la cosa ha mejorado un poco en cuanto a carga de grupos, pero sigue siendo muy difícil utilizar un cuaderno de papel, porque sigo teniendo muchas asignaturas de una hora. Me compré la tablet en vistas de que eso fuese así. Por desgracia, así son las cosas en los departamentos de Filosofía últimamente. Así que parece que voy a tener que apostar por la digitalización en ese sentido. Pero lo grave, lo realmente grave, es que este curso no voy a tener agenda. El curso pasado ya me compré una agenda escolar baratuna sin nada de encanto. La utilizaba, sobre todo, para cosas del trabajo. Pero siendo que este año voy a llevarlo todo en la tablet, tiene sentido que utilice alguna app de agenda también. Así que nada, voy sin agenda por la vida. Quién me lo iba a dec

Noche de feria

No podía creérselo. Tanto que había renegado, llenándose la boca con lo estúpido de los detalles clásicos, maldiciendo clichés manidos y riéndose de todas las que se dejaban llevar por ellos y, ahí estaba, paseándose de su  brazo por la feria, dejándose invitar a algodón de azúcar y sinceramente alegre. La música de las atracciones le llenaba la cabeza y se sentía en medio de una niebla espesa. No era, sin embargo, una sensación desagradable: hubiera querido quedarse allí para siempre. Pero dieron las doce. Malditos fuesen sus padres y el cuento de Cenicienta.  -Tengo que irme. Mis padres me han dicho que querían que volviese a las doce.  Él la miró, decepcionado, pero en un instante le volvió al rostro la sonrisa.  -Espérame aquí -dijo, y salió corriendo. Cuando volvió, traía entre las manos una campanita de arcilla, con la fecha de aquella noche. Se la entregó. -Para que te acuerdes de la noche de hoy. Me lo he pasado muy bien contigo. Ella lo miró. No sabí

Bailando.

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Ayer tuve mi primer contacto con la danza oriental. Ya os había contado que me apetecía, que era algo que siempre he querido hacer, y que iba a ir a una clase de prueba. Y bueno, lo hice. Y bailar, lo que es bailar, poco: la profesora nos avisó de que la danza del vientre es muy complicada y muy lenta. No es como bailar salsa, por ejemplo, que los pasos básicos son sencillos de captar, y que a partir de ahí se puede ir perfeccionando, los pasos básicos de la danza oriental son más complejos. Y os lo corroboro: solo coger la postura correcta me supone un quebradero de cabeza :P La clase consistió básicamente en ejercicios de flexibilidad, práctica de postura, algo de brazos y caderas, seguir el ritmo, un poco de pecho y  ejercicios de relajación. Sudé lo que no está escrito, me sentí un puñetero palo tieso sin nada de sensualidad, pero me encantó. Y voy a repetir. Me pareció un ejercicio físico bastante agradable. Me ayudará a ejercitar los músculos y a ganar elasticidad. Y si colat

Como la vida misma.

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Ayer estuve de recuperaciones. Qué os voy a contar que no sepáis ya todos aquellos que tengáis una mínima relación con la enseñanza. En estos días se entremezclan estudiantes agobiados por recuperar esas dos asignaturas que lo separan del título, alumnos que van "a probar" y otros que se pasan por allí a devolver el libro. Me pasó, incluso, que, a pesar de haber preparado unos detalladísimos informes individuales, un par de alumnos no sabían cómo se recuperaba la asignatura. En fin. Ha sido mi primer septiembre. Ya sabéis que el primer año que trabajé no volví a hacer los exámenes porque gané la plaza en Andalucía ese mismo verano. Ha sido más o menos como esperaba. Después de compartir durante un curso completo tiempos y espacios con los chavales sabes, más o menos, qué te cabe esperar de ellos. Aunque a veces te sorprenden. Para bien y para mal. Hoy he estado de evaluaciones. Las primeras, las de 2º de Bachillerato. Ahí están, colgados, los jóvenes que se quedaron con u

La liberación sexual.

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Para empezar a ambientar y abrir boca antes de mis mierdas, musicote: Hace tiempo leí un artículo que decía algo así como que la liberación sexual había sido una trampa y que había acabado por esclavizarnos a las mujeres porque una mujer liberada tenía que ser una mujer que practicase sexo en cantidad y variedad, que hiciese mil millones de cosas (generalmente las que se ven en las películas porno y que excitan a los hombres) y que siempre estuviese disponible. Total, que, en resumen, lo que venía a decir el artículo es que la liberación sexual de la mujer había acabado convirtiéndose en una treta para que los hombres pudiesen follarnos con más esfuerzo y haciéndonos sentir culpables si nos negábamos. Y creo que en buena parte ha sido así. Afortunadamente, poco a poco, las cosas están cambiando. Cada vez hay menos chicas que se dejan presionar, sea con la excusa que sea y, sobre todo, cada vez hay menos mujeres que se conforman con un sexo mediocre. Queremos disfrutar del sexo,

Miedos.

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Todavía estoy desquitándome de la lista de cosas  que quería hacer cuando tuviese un sueldo . Y un poco, también, de una lista de cosas que nunca escribí, pero que no paraba de repasar en mi cabeza: "cosas que hacer cuando tenga la plaza". La cosa va lenta, pero segura. Una de las cosas que estaba en ambas listas era aprender a bailar danza oriental. Danza del vientre, vaya. Hace unas semanas, como de casualidad, acabé descubriendo que una conocida imparte clases y le dije que me mantuviese informada. Tal parece que en unos días voy a ir a mi primera clase de prueba. A ver qué tal. Si me gusta, seguramente me apunte. Y ahí está la cosa. Si me gusta. Si me gusta incluye otras cosas: si me siento bien, si no me da vergüenza, si no me veo ridícula o grotesca. Esas cosas. Y en ese sentido, no las tengo todas conmigo. Tengo miedo de volver a dejar de hacer cosas por miedo, por vergüenza, por complejos. Si soy sincera, ya lo estoy haciendo. Y no quiero entrar en ese juego,

Vértigo.

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Hace un poquito he vuelto de mi centro y me he dado una ducha. Es que es poco rato en bici, pero me falta costumbre. Desde aquel año que me dio por la bici estática que no me monto en una. Van a ser unos días de sudar mucho, me temo, porque estoy en una forma pésima. Estoy muerta de miedo. Tanto que me he venido aquí a escribir porque necesitaba soltarlo, confesarme. Tengo miedo. Quizá miedo no es la palabra. Vértigo, sí. Tengo vértigo. Otro año estoy en un centro enorme, pero enorme de verdad. Y este curso, creo, es más enorme en proporción que el año pasado. Compañeros nuevos (un montón), alumnos nuevos, rutinas nuevas, maneras de hacer nuevas... El vértigo/miedo es, en parte, por toda esa novedad. A mí me cuesta mucho adaptarme, empezar cosas nuevas, conocer a la gente, aprenderme los nombres, hacerme a las rutinas. Pero también es porque tengo todavía en el cuerpo el miedo del año pasado. Recuerdo que el curso pasado por estas fechas estaba muy alegre, creía que iba a p