Como la vida misma.

Ayer estuve de recuperaciones. Qué os voy a contar que no sepáis ya todos aquellos que tengáis una mínima relación con la enseñanza. En estos días se entremezclan estudiantes agobiados por recuperar esas dos asignaturas que lo separan del título, alumnos que van "a probar" y otros que se pasan por allí a devolver el libro. Me pasó, incluso, que, a pesar de haber preparado unos detalladísimos informes individuales, un par de alumnos no sabían cómo se recuperaba la asignatura. En fin.

Ha sido mi primer septiembre. Ya sabéis que el primer año que trabajé no volví a hacer los exámenes porque gané la plaza en Andalucía ese mismo verano. Ha sido más o menos como esperaba. Después de compartir durante un curso completo tiempos y espacios con los chavales sabes, más o menos, qué te cabe esperar de ellos. Aunque a veces te sorprenden. Para bien y para mal.

Hoy he estado de evaluaciones. Las primeras, las de 2º de Bachillerato. Ahí están, colgados, los jóvenes que se quedaron con una asignatura en mayo, quizá con dos. Estos muchachos tienen la vida en pausa, quedan pendientes de saber si van a poder hacer la selectividad, entrar en la carrera o el ciclo formativo que quieren, seguir con su proyecto vital. Hoy, desde bien temprano, había alumnas de 2º de Bachillerato esperando las deseadas notas. A dos de ellas, alumnas de mi tutoría, he podido decirles en persona que habían aprobado, que iban a poder entrar a ese FP. Una de ellas se ha echado a llorar y me ha abrazado. Me he alegrado mucho por ellas, aunque sé que podrían haberlo hecho mejor, pero eso ya queda a su conciencia.

El resto de la mañana ha ido en la misma tónica: evaluaciones, notas, discusiones, notas que cambian, dudas... No es nada fácil, os lo digo en serio. Es mucha responsabilidad.

Se me queda, a pesar de los momentos felices, un sabor agridulce. Dicen que el instituto no te prepara para el mundo real, pero es bastante "como la vida misma". Los esfuerzos no siempre dan su fruto y en ocasiones ves que gente que lo merece menos pasa por encima de los que se han esforzado. La picaresca también funciona aquí, y las amenazas, y las coacciones. Y, aunque intentamos ser justos, a veces lo tenemos todo en contra.

Siempre lo he dicho: evaluar es la parte que menos me gusta de mi trabajo. Quizá porque me parece que no se delimita bien qué se está evaluando. Evaluamos los conocimientos de personas, incluso puede que sus aptitudes o competencias (o como lo vayan a llamar en la próxima reforma educativa), pero no a las personas mismas. Y eso a veces se nos olvida a todos: alumnos, padres, profesores. Y lo hace todo muy difícil. Pero bueno, eso también es un poco como la vida misma, ¿no?



Comentarios

  1. Desde luego, evaluar me parece una tarea de lo más ingrata. Hagas lo que hagas, siempre habrá alguien que no esté de acuerdo (a veces, seguro que ni tú misma).
    Suerte este año. Ojalá te topes con maravillosos alumnos y compañeros
    Un beso

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

¡Adelante! Deja tu retal :)

Entradas populares de este blog

Cómo aprobé el nivel Avanzado de la EOI preparándome por mi cuenta.

Tontos-a-las-tres.

Libro: La edad de la ira, de Fernando J. López