Esas cosas ya no pasan.

La gente ya no se enamora en los trenes. La gente ya no se escribe cartas. La gente ya no se mira a los ojos. Los jóvenes nos hemos olvidado de lo que es el romanticismo, y enamorarse cara a cara, y cortejarse, y todas esas cosas. Creo que, en parte, nosotros también nos hemos creído ese discurso y, en ocasiones, añoramos tiempos lejanos en los que había que interpretar miradas y sonrisas para acercarse a alguien. Por eso, supongo, no esperaba enamorarme aquella mañana.

Quizá una razón por la que la gente no se enamora ya en los trenes es porque no da tiempo. Los trenes son demasiado rápidos como para que la chispa prenda. Yo, por suerte, había cogido un Talgo. Barcelona-Córdoba. Diez horas de viaje y poco que hacer. Por eso decidí aceptar aquella imagen por Bluetooth. No me detuve a pensar que podría ser cualquier cosa, simplemente acepté cuando vi el mensaje "MNF quiere enviarte un archivo. ¿Aceptar?".

Había hecho una imagen en Instagram (reconocí la tipografía). En la fotografía aparecía la parte trasera de uno de los asientos y, sobre ella, una pregunta: ¿Te aburres tanto como yo?

No sabía cuánto se aburría MNF, pero lo cierto es que sí, que me estaba aburriendo. así que hice lo mismo: fotografié desde Instagram el asiento delantero, sobreescribí "De 1 a 100, 200", descargué la imagen y se la envié por Bluetooth. Unos minutos después recibí otra con su usuario de Telegram. Dudé un momento, pero, finalmente, añadí al misterioso pasajero y le escribí un mensaje: "No me has dicho cuánto te aburres tú".

Me contestó que, también, 200, por lo menos. Entonces pude ver su fotografía. La abrí. Se veían los ojos de una chica escondidos tras la cabeza de un gato que, más que maullar, parecía rugir. Tenía el pelo oscuro y rizado. Volví a sus ojos. Brillaban. Otro mensaje me sacó del hechizo.

"Cuéntame un cuento o algo, ¿no?". El mensaje estaba acompañado por tres emojis con la lengua sacada. Era una broma. "Estoy leyendo el Ulises, de Joyce, si gustas...". "Entonces, mejor te cuento yo el cuento a ti, que el tuyo tiene pinta de coñazo". Comenzamos a intercambiar mensajes y, un par de horas después, ella me invitó a un café en el vagón restaurante.

Dicen que la gente no se enamora en los trenes, que ya no se mira a las ojos y que no sabe relacionarse mas que por medio de pantallas. Puede ser. Quizá por eso estoy aquí, esperando a que Marina conecte el dichoso Bluetooth del móvil para enviarle la foto de un anillo con una pregunta sobreescrita.

Yo dejaré el Bluetooth conectado esperando un sí.

Comentarios

  1. Mira esto no tiene nada que ver pero esta vez te estás equivocando con Juan. Tenía que soltarlo. Hale, agur.

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    1. Pues, aunque no te lo creas, me alegro de estar equivocada. Gracias por sacarme del error.

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  2. No me entero de nada pero parece el mejor (y más poliédrico) cuento de Navidad.

    Santi

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  3. Somos los mismos seres con diferentes instrumentos, somos lo que nos dejamos ser.

    Felices fiestas

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  4. Cambian los tiempos y cambian las formas. Pero el amor no cambia

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