De las dudas infinitas.




La niña observa su obra desde todos los ángulos posibles, rodeando el castillo de arena, deteniéndose en cada flanco, agachándose para verlo de cerca y dando un paso atrás de vez en cuando para contemplar el conjunto. Toma la pala y derrumba una de las torres. Llena el cubo con los escombros de la construcción recién derruida y los prensa bien. Después, toma el recipiente entre sus dos manitas y se concentra (puede verse que está concentrada porque saca la punta de la lengua por un lado de la boca) unos instantes antes de volcar el cubo en el solar que había despejado poco antes. Vuelve a repetir el proceso: mirar de cerca, de lejos, alrededor...

Su padre la observa desde la distancia y sonríe. No se lo dirá, es muy pequeña para entenderlo todavía, pero cuando la mira le parece mentira que él haya tenido parte en la creación de toda esa magia. ¿De dónde sale esa curiosidad, esa dulzura inagotable, ese inocente sentido común? Suspira. Se imagina cómo será ella cuando tenga la edad suficiente para entender lo que él siente ahora, mientras la mira. Probablemente no sea hasta que ella misma mire a su propia hija jugar en la arena y él no va a llegar a ver ese momento. Ni siquiera podrá decírselo cuando tenga 15 años y se avergüence de su padre.

"Tendré que buscar la manera de hacérselo entender ahora", se dice mientras la niña echa a correr hacia él.

Tira de su mano y, ante la incapacidad de moverlo, se pone detrás y le empuja por la espalda, diciéndole en su propio idioma que corra, que quiere enseñarle su castillo. Con esfuerzo, él se levanta del taburete de plástico y camina hacia la obra de su pequeña. La niña le señala los detalles y le comenta los pormenores de la construcción del foso. Él asiente interesado, intercalando gestos de sorpresa y acaba revolviéndole el pelo y sonriendo.

一Eres la mejor constructora de castillos del mundo mundial.

La niña mira su obra con los brazos en jarras, satisfecha. Mira hacia arriba, hacia su padre.

一¿Piduleta?

El padre asiente y la niña corre hacia las toallas, donde su madre espera custodiando la nevera y las cestas de comida. Mientras, él contempla el castillo y se le escapa una lágrima. Ella no sabe que el mar lo arrasará todo. No puede saberlo. Es mejor que no lo sepa.





*****



Estaba cosiendo cuando ha sonado esta canción en el aleatorio. Ya la había oído, pero no la había escuchado, no le había prestado atención. Me ha hecho pensar en tantas cosas, tan personales, tan... yo qué sé. Que me ha apetecido escribir algo, pero no algo sobre mí, no tengo ganas de hablar de mí. Y esto es lo que ha salido.






Últimamente solo me sale escribir cosas tristes, qué le voy a hacer...


Comentarios

  1. La verdad es que es un relato muy bonito. Me ha emocionado.
    Un beso, guapa :)

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